La higiene empezó a preocupar a la humanidad en la segunda mitad del siglo XIX, cuando los avances en medicina mostraron que bastaba seguir una serie de recomendaciones sencillas para evitar muchas de las infecciones que nos hacían la vida imposible. Con el tiempo, la población fue interiorizando unos consejos básicos de higiene –como lavarse las manos o ducharse con frecuencia–, pero ocurrió una contrapartida que no esperábamos: la frecuencia de ciertos hábitos comenzó a ser excesiva, y otras cuestiones, igual de importantes, se olvidaron o empezaron a acometerse de forma incorrecta.
El médico francés Frédéric Saldmann explica en El mejor medicamento eres tú (Aguilar), un manual de salud cotidiana del que se han vendido más de 400.000 ejemplares en el país vecino, qué consejos de higiene básica no deberíamos olvidar bajo ningún concepto.
1. Lavarse las manos
Es una obviedad, pero muchos la olvidan. No hace falta estar todo el día con las manos bajo el grifo, pero la sencilla costumbre de lavarse las manos antes de comer y después de ir al retrete reduce en un 20% las posibilidades de contraer infecciones respiratorias y digestivas.
2. Cerrar la tapa del váter
Esta sencilla costumbre, que muchos se saltan, evita que los gérmenes se extiendan por todo el baño y acaben en nuestros pulmones. Si la tapa del inodoro está abierta cuando tiramos de la cadena, los gérmenes fecales se desplazan casi dos metros a todas las direcciones.
3. Cambiar la almohada regularmente
Al cabo de dos años el 10% del peso de una almohada que no ha pasado por la tintorería corresponde a ácaros muertos o deyecciones de éstos.
4. Limpiar la nevera
Debemos vaciar la nevera y limpiarla por completo dos veces al mes. Los microbios como la temible Listeria se desarrollan justamente en atmósferas frías y húmedas a cuatro grados, y no nos interesa que anden cerca de nuestra comida.
5. Congelar los alimentos crudos
Este es un consejo que hace unos años se impuso , pero en muchas casas sigue sin tomarse. Congelar el pescado si se quiere consumir crudo elimina el anisakis, un parásito que puede ser la causad de una perforación intestinal; hacer lo mismo con la carne de buey preparada para steak tartar evita contraer la solitaria.
6. Mantener separados los utensilios de limpieza
Las herramientas que usamos para limpiar son un vector terrible de suciedad. Una esponja o una bayeta pueden convertirse en un nido de microbios si no se pasan por lejía regularmente antes de ponerlas a secar. Los trapos de cocina deben lavarse los más a menudo posible a sesenta grados, y jamás deben reutilizarse si están húmedos.
7. No compartir la toalla
La toalla no se debe compartir con toda la familia: al pasarnos la toalla nos pasamos al mismo tiempo los microbios. La toalla, además, debe estar bien seca antes de usarse. Si todavía está húmeda, es mejor tirarla sin vacilar al cesto de la ropa sucia, porque una toalla húmeda es un perfecto medio de cultivo para que se desarrollen los microbios. En veinticuatro horas tienen tiempo suficiente para multiplicarse. Resultado: una vez limpio habrás esparcido por tu cuerpo una colonia de microbios que se desarrollarán perfectamente en los pliegues, provocando luego rojeces e infecciones. El guante de ducha sólo se debe utilizar una vez, y luego lavarlo. De lo contrario servirá para repartir la mugre por todo el cuerpo.
8. Lavar el cepillo de dientes
Es aconsejable cambiar regularmente de cepillo de dientes, sobre todo después de una gripe o unas anginas, para evitar volver a sembrar y arrastrar las infecciones. Para ahorrar en cepillos de dientes basta con ponerlos a lavar de vez en cuando en el lavavajillas, con el detergente habitual. Un estudio científico ha demostrado que este método hacía desaparecer la totalidad de los microbios presentes.
9. No acumular platos en la pila
La pila de la cocina puede llegar a acumular 500.000 bacterias por metro cuadrado y, si somos de acumular vajilla, convertiremos el fregadero en el lugar más sucio de nuestra casa, por encima del váter. Si no puedes lavar los platos en ese momento, enjuágalos con agua y unas gotas de lejía para evitar que se forme un caldo de cultivo.
10. Limpiar los objetos cotidianos
Es importante no olvidar limpiar los objetos cotidianos que quizás jamás hemos limpiado: el mando de la tele, los interruptores de la lamparilla de noche, el teléfono portátil, las gafas, la parte de debajo del reloj… Sabiendo que el 92% de los móviles están recubiertos de microbios, entre ellos un 16% de bacterias fecales, hay motivos suficiente para limpiarlos y, en todo caso, para evitar prestarlos e intercambiar la porquería.