El concierto de la reciente final del campeonato de la NFL cumplió las expectativas, pero sin la magia, la emoción y la épica de sus shows definitivos
El 31 de enero, Timberlake cumplió 37 años. Aquí en su show del Super Bowl 2018. Al lado, Prince en el Super Bowl XLI, del 2007.
Si la final de la liga de fútbol americano, el Super Bowl, se jugaba en Minneapolis, la ciudad donde nació Prince –ese genio que falleció en el 2016–, lo mínimo que había que considerar era homenajearlo. Así lo hizo Justin Timberlake.
Su enérgico show se recargó –quizás demasiado– de luces, efectos y parafernalias. También asomó un niño que tuvo a Timberlake a su lado, que se tomó un ‘selfie’ con él y luego lo ignoró (los memes de la supuesta indiferencia del chico aparecieron en el acto). El espectáculo también recordó que Prince pertenece a un olimpo al que Timberlake aún no ha accedido.
LLUVIA PÚRPURA
En el 2007, Prince tocó en el entretiempo del Super Bowl. Esa noche llovía. En lugar de amedrentarlo, el furor de la naturaleza lo potenció. El músico brindó un espectáculo conmovedor y de alto voltaje, como si no temiera electrocutarse. Es el arte que desafía la muerte. Cuando ejecutó el solo de guitarra de «Purple Rain» (lluvia púrpura), su música parecía que era capaz de atravesar dimensiones.
En el 2002, la banda irlandesa U2 ofreció otro momento para la posteridad en el Super Bowl. Meses atrás había ocurrido el atentado del 11 de setiembre a las Torres Gemelas. En ese contexto trágico, la tocada de U2 se propuso tanto intentar sanar las heridas como recordar a las víctimas de ese acto terrorista.
Los nombres de las personas fallecidas eran proyectados, mientras Bono y compañía interpretaban «Where the Streets Have No Name». Insuperable.
EN VIDEO: así fue la presentación de Justin Timberlake en el medio tiempo del Super Bowl: